lunes, 1 de julio de 2013

Laberinto

El acacio de Constantinopla (albizia julibrissin) tiene una flor rosa dulce. Es como un plumerito con un perfume suave y refinado. Si uno se pasa la flor por la cara siente una caricia.
Iban en una fila que se estaba desarmando. 
Elisa se desvió en la entrada del parque para cortar una flor del acacio. Estaba mojada. Todavía tenía perfume. La caricia estaba empapada.
Había mucha humedad, el cielo era blanco y se venía encima.
Entraron a Parquerama por fin.
No había aire.
Desde los altoparlantes se escuchaba el disco The Game de Queen.
Los juegos, como latas desafinadas se movían sin apuro. Algunos carros bajaban rápido, recuperando la calma al subir las cuestas.
La vuelta al mundo tenía un movimiento silencioso, como si no perteneciera al parque, era lenta, también estaba aplastada por la pesadez del día.
Todavìa recordaba la tarde de ayer en el museo de la escuela.
Marcos le había regalado una mariposa tornasol. La había robado de la vitrina. Estaban demasiado cerca de la boca del cocodrilo embalsamado. El olor a viejo y el frìo parecía que le salía de entre los dientes.
El museo siempre le daba miedo. Alguna vez había entrado sola a buscar un mapa. Había sentido las miradas de todos esos animales tiesos. La mirada hueca del esqueleto. La de los ojos sin color del feto de caballo en formol. Los ojos del cocodrilo, enorme, en el medio, sobre una mesa. Ocupando casi todo el lugar. Todos muertos de pie. Mirándola. Víctimas vengativas del sacrilegio de dejarlos en  postura de vivos.
Marcos le había regalado la mariposa.
Era lo único que le gustaba del museo. La mariposa azul. Nunca habìa visto una mariposa tornasol viva. Trataba de imaginarla volando en alguna selva o bosque.
Seguían caminando.
La de Mardiet decía tomen distancia.
Un olor a humo llegaba también. Era un olor adelantado como atrasado el de las flores del acacio. Las flores son de pleno verano y el humo es de otoño.
Había sentido ese olor a humo hacía unos días. Mucho antes de que cayeran las hojas. Antes de que el abuelo empezara con sus fogatas. Esta vez era Papá el que estaba quemando. 
Mamá dijo: -Elisita, andá a jugar, andá con tu hermanita. Vayan chicas…se van a llenar de humo.
¿Cómo se iban a alejar? Si el fuego y el humo eran lo que más les gustaba. Y tirar ramitas y papeles a la fogata.
Pero ese día mamá las alejaba. Estaban quemando libros, y discos, y papeles. Elisa se paró en seco. Sí, libros, discos y papeles.
Corrían alrededor del fuego. Elisa vio derretirse el disco de Mercedes Sosa homenaje a Violeta Parra. No entendía que quemaran un disco que hasta hacía poco estaban escuchando… Me mandaron una carta… por el correo temprano… en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano…
Entre los chicos se destacaba la cabeza de Marcos. Corte casi rapado. El calor quería entrar por el cuello del guardapolvo blanco. Ahogaba un poco. Caminaban despacio y miraban alrededor los juegos casi sin gente. 
Pasaban frente al tren fantasma, Elisa trataba de no mirar al mono gigante Tenìa una mujer muerta en brazos y custodiaba la entrada.
Nunca entraría al tren fantasma. La idea de quedar atrapada por algún problema técnico la paralizaba. Además, el gorila, justo un gorila. Como si se lo hubieran dedicado a ella. Varias noches había soñado que un gorila enorme y furioso estaba en la casa de al lado, la de los italianos. Aparecía entre las plantas de la huerta. También lo había intuido en el zoológico de Buenos Aires. Era un sector enorme y descampado, sin pasto y con grandes jaulas vacías. Sólo se escuchaban unos aullidos y sus ecos. Ruidos entre humanos y animales, ¿qué había ahí atrás? Ahora ya casi no pensaba en los monos.
Pero prefería no mirar la puerta del tren fantasma.
Se acercaban de a poco al vapor del Mississipi. Ahí sí iba a entrar. Se pusieron en fila para hacer la cola en la boletería.
Los zapatos negros y las medias azules la apresaban. Hubiera querido entrar descalza al barco. Sentir como hubiera sentido Huck Finn, con Marcos al lado. Pero Marcos se estaba yendo.
-Marcos- Se animó a preguntar- ¿No vas a ir al barco?
-No, me voy al tren fantasma con María Marta y Pino.
(María Marta no le tenía miedo a nada. Le encantaban todos los juegos y se reía de Elisa porque no se animaba)
-¿Dale, venis?
Intentó tragar saliva, no le pasaba por la garganta
- Bueno
- Yo me siento al lado tuyo así no tenés miedo vos.
Marcos se iba a sentar a su lado en el tren fantasma.
Ya estaban por entrar
-Elisa, estás pálida, ¿Seguro querés entrar? La de Mardiet tenía la cara preocupada.
Un nudo que le aprieta la garganta y termina en el estómago le afloja las piernas. Trata de pensar en otra cosa.
Y Lo peor: a sucabeza viene la charla de mamà.
El sábado a la noche, cumpleaños de papá. Los chicos ya se habían dormido. Ella se hacía la dormida pero escuchó la conversación de mamá y Nora.
Venía de a ráfagas entre los sonidos de La Trompeta Virtuosa.
ir a sacar a su hijo de entre  una pila de cadáveres  
hermana de uno de los tres más capos.
fue el privilegio que tuvo por ser la hermana de Aristi.
enterrarlo…
hijo ya estaba perdido.
si fuera tu hijo.
Es que a Pablo nunca le interesarían esas cosas, a él no lo sacás del fútbol, los autos y las motos.
No sé. quemé todo lo que pudiera ser peligroso.
susto que nos llevamos
cinco palpándote contra la pared
tengo miedo por las cartas.
¿Qué cartas?
Rafa 
a la cárcel
¿qué necesidad tenías de mandarle cartas?
buen chico .
¿Yo qué sabía que esto iba a ser así?
Seguro  las miraron.
¿Vos crees?
nada comprometedor no pasa nada.
no estás metido no pasa nada.
haber errores.
Los chicos de adelante desaparecieron en la cueva.
Se sentaron en el carrito. Arrancó. Las espaldas golpearon el asiento.
Elisa cerró los ojos. Gritos, ruidos y carcajadas de hombres.
El carro iba rápido y hacía mucho ruido.
Ojos cerrados.
Las telas de araña pasaban por la cabeza y hombros.
Un giro muy brusco y otro más.
El olor del museo le subió a la nariz. Una pila de cadáveres. ¿El mono traería a la hija desde la pila de cadáveres para entregársela a la madre?
No puede soportar pensar eso y abre los ojos.
Ahí está el gorila. Frente a ella.
Grita.
Marcos la abraza.
Ya está, no pasa nada.
Además, la de Mardiet lo dijo: Gracias a las Fuerzas Armadas los chicos y los grandes podemos vivir sin miedo.

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